Los cuadros deben educarse en la escuela de la clase obrera


Extraído de Obras Escogidas, Enver Hoxha.

Tomo 4 (Febrero de 1966 – Julio de 1975)

Editorial 8 Nëntori

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LOS CUADROS DEBEN EDUCARSE EN LA ESCUELA DE LA CLASE OBRERA

Extractos de la intervención en la reunión de la organización de base del Partido de la que forma parte el autor.

31 de marzo de 1975

Los cuadros, nos dice el Partido, deben adquirir conocimientos y ciencia, pero ante todo deben educarse en la escuela de la clase obrera. Si no pasan por la escuela de la clase, los cuadros no sirven. Un cuadro que no posee la educación y el espíritu de la clase, hoy o mañana, si tiene ocasión, está dispuesto a cabalgar sobre el Partido y las masas.

Cuando decimos que los cuadros enseñen a la clase, eso no significa en absoluto que los intelectuales o la gente de instrucción superior sean los más adecuados para educar a la clase y que, por eso, deban imponerse a ésta. Nuestro Partido hace tiempo que ha comprendido y lo comprenderá aún mejor en el futuro que lo primero es educar a la gente de la clase y más tarde, a través de ellos, a los demás. La clase obrera está en su derecho de imponer su ley a quienes no forman parte de ella. Jamás se debe permitir que los intelectuales burócratas impongan su ley a la clase obrera y al Partido. Esta cuestión tiene gran importancia de principios, teórica y práctica. El Partido nos ha enseñado hacetiempo esta seria cuestión, pero vemos que no se aplica debidamente en la práctica.

Al hablar de la educación de los cuadros no se plantea que nos contentemos con la adopción de unas cuantas medidas unilaterales, sino que se exige que los cuadros tengan siempre presente una cosa: Deben estudiar nuestra teoría marxista-leninista y aplicarla profundamente en la práctica, examinarse a sí mismos y el trabajo que realizan, juzgar cada día si lo que hacen sirve o no a la causa de la revolución. Si no actúan así, acabarán cayendo en el lodazal.

El Partido cuida de sus cuadros, porque los ha hecho madurar con grandes esfuerzos y precisa de ellos, pero si 10 ó 20 personas que no escuchan al Partido caen en el fango, no le preocupa mucho. Si el Partido no examina con gran atención el trabajo de los cuadros y no corrige a su debido tiempo a quienes se equivocan, se producirán consecuencias lamentables como resultado de las graves faltas.

La educación de los cuadros debe ser objeto para el Partido de un trabajo y una lucha cotidianos en los sectores civiles y aún más en el ejército. En los sectores civiles disponemos de todas las condiciones concretas para que el Partido y la clase obrera eliminen las deficiencias de los cuadros y las manifestaciones negativas de su actividad, pero en el ejército el problema es un poco diferente, allí es precisa una lucha más severa contra el tecnocratismo y el burocratismo. Si los cuadros del Partido aplican el método y el estilo revolucionarios en el trabajo y en el estudio, resultará más difícil que penetre en sus filas la ideología extraña a nosotros con sus monstruosas manifestaciones. El Partido ha subrayado siempre que el tratamiento marxista-leninista de los problemas del ejército y de sus cuadros no es un trabajo sencillo. Nosotros, camaradas, debemos tener cuidado al utilizar frases como «en el ejército hay cuadros excelentes»-, etc., no debemos hacerlo no porque los cuadros militares no sean buenos, al contrario, sino para guardarlos de la presunción, que amenaza con causar desgracias a la patria.

Quienes llevaron a cabo la contrarrevolución en La Unión Soviética fueron precisamente los cuadros que habían olvidado el camino de la clase obrera, las enseñanzas de Lenin y Stalin. Estas enseñanzas son actuales y continuarán siendo inmortales para los auténticos revolucionarios, pero el Partido Bolchevique no es ya bolchevique, no es ya leninista, se ha transformado en un partido revisionista fascista y la Unión Soviética en un país capitalista. ¿Por qué se produjo ese proceso regresivo? Porque los cuadros se aburguesaron paulatinamente y asfixiaron al partido.

Aprovechando esta amarga experiencia de los demás, el Partido no debe solucionar el problema de la revolucionarización de los cuadros tan sólo teóricamente, sino que debe resolverlo en la práctica. Ya hace más de 30 años que el Partido dirige gloriosamente a nuestro pueblo. Hay personas que, durante este período, han participado en dos grandes luchas: en la de Liberación Nacional y en ésta, en la de la construcción del socialismo, que es mucho mayor que la primera. Esta prolongada lucha la han hecho el Partido, la clase, las masas. Los cuadros han jugado y juegan su papel en ella, pero eso no quiere decir de ningún modo que ellos puedan hacer lo que quieran y actuar como les venga en gana, dejando a un lado los intereses del Partido y del pueblo. El cuadro que actúa en oposición a estos intereses responde de ello ante la clase en el poder, que está en condiciones de dictar su voluntad a cualquiera. La lucha contra las manifestaciones peligrosas que aparecen en los cuadros, no significa en absoluto desprecio de su papel, por el contrario esta actitud evidencia con claridad el gran cuidada que presta el Partido a la protección de los cuadros frente a las manifestaciones extrañas.

Los camaradas me informaron que en la asamblea de activistas del petróleo, que se reunió en Fier para analizar el trabajo hostil desarrollado allí, la clase obrera se puso en pie. ¿Qué hacemos con estos saboteadores? —preguntaron indignados los obreros. «Lo que vosotros creáis, respondieron los delegados del centro, el Comité Central ha dicho que decidáis vosotros que sois los dueños del asunto. Destituid a los enemigos y nombrad para la dirección de los asuntos a las mejores personas de la clase, a los que, quiéranlo o no, los tecnócratas y los burócratas tendrán que obedecer.»

Hay dirigentes como Koço Theodhosi1 que han estado varias veces allí, han impartido órdenes, y a pesar de ello los enemigos socavaron los intereses del Partido y de la patria. ¿Protegeremos a Koço Theodhosi ante la severa crítica ocasionada por sus graves errores sólo porque es ministro, etc.? De ningún modo. Esta actitud no sería marxista. No se debe frenar la crítica con el razonamiento erróneo de que él camarada que se ha equivocado cumple un deber muy importante o es dirigente. Sea quien sea, el que se ha equivocado será criticado. En nuestro Partido y en nuestro Estado no existen dos disciplinas, sino una sola.

Entre nosotros existe y debe existir cariño, solidaridad de principios, respeto mutuo, porque somos comunistas, pero no existe una amistad malsana, apoyo injusto, porque nosotros colocamos ante todo y por encima de todo no a nosotros mismos ni al compañero, sino al Partido y al pueblo. Es por eso que la situación es buena, que el Partido es sólido, sin embargo constatamos también defectos, debilidades, errores y faltas de la naturaleza que mencioné.

Hablamos mucho contra el burocratismo, el tecnocratismo y el intelectualismo, pero no se comprenden en profundidad estas manifestaciones tan negativas, que son producto de la ideología ajena. Cuando hablamos de los tecnócratas, por ejemplo, pensamos que se trata únicamente de los mecánicos, los químicos, los ingenieros, pero olvidamos que también muchos de los aquí presentes, que absolutizan el papel de la ciencia, la técnica y la intelectualidad técnica, se convierten paulatinamente en tecnócratas. ¿Se os ha pasado alguna vez esto por las mientes? Si no comprendemos y no ejercemos bien nuestro oficio como trabajadores del Partido, si no nos forjamos en el yunque de la clase obrera y no apreciamos debidamente el papel de las masas, si subvaloramos la política en relación con la técnica y despreciamos las necesidades de la gente, etc., en ese caso no estamos cumpliendo debidamente las tareas que nos han confiado. Pero, ¿cuál es nuestro deber en tanto que trabajadores del Partido? Es un oficio que tiene sus particularidades como el del enseñante, el del ingeniero, etc., y que se debe ejercer con suma responsabilidad y espíritu revolucionario. Lamentablemente se observa que algunos cuadros no se preocupan debidamente de trabajar de la manera más revolucionaria y adecuada, por eso, independientemente de que utilicen términos de partido, se han transformado en burócratas. Puedes utilizar términos de partido, y a pesar de ello puedes no ser revolucionario.

¿Se ha dado alguna vez el caso de que, encontrándoos entre los obreros, hayáis hecho una autocrítica ante ellos? ¿Habéis dicho alguna vez: «Camaradas, he cometido este o aquel error»? ¿Hay alguno de vosotros que pueda levantar la mano y decir que ha hecho algo en este sentido, aunque sea una sola vez? ¡Ninguno! ¿Habéis preguntado, camaradas, a los obreros, qué opinión tienen de vosotros y de vuestro trabajo, invitándoles con sinceridad a que hablen franca y abiertamente? No, no lo habéis hecho. Esta actitud por parte de los cuadros, crea, necesariamente, una situación bastante seria. ¿Por qué camaradas no cumplimos este deber? ¿Por qué no cojemos, digamos a 40 obreros para que trabajen en el ministerio con el fin de que constituyan la mitad de los trabajadores del departamento? El Partido debe educar a los cuadros hasta el nivel de que ellos mismos digan: «Ven acá en mi lugar, tú, camarada obrero, porque yo, el viceministro, voy a trabajar en el tuyo, en tu torno, junto al cual voy a aprender tu oficio, conocer la belleza, la satisfacción y las dificultades de ese trabajo, y a trabajar allí tanto como necesite el Partido. Durante todo ese período yo recibiré tu salario.»

¡Pero si el viceministro no obra así, será el obrero quien dirá: «¡Suda aquí un poco tú, camarada viceministro o director, como he sudado yo! ¡ Tu eres ingeniero, me alegro! Mi trabajo es igualmente honroso y he adquirido experiencia, porque soy yo quien trabaja directamente en la producción y produzco con mis manos los bienes materiales.»

«¿Qué plan de trabajo tienes, camarada viceministro?, ¿qué harás mañana?», preguntaron los obreros a este camarada. «No tengo plan, me habéis puesto en un aprieto», respondió. «Pero ¿cómo es posible que no tengas plan, cuando aquí se hace todo este trabajo, cuando tenemos todos estas preocupaciones?» —le criticaron con mucha razón los obreros.

El obrero que vaya a trabajar en los órganos centrales, al no conciliar con el burocratismo, al trabajar con un método y un estilo revolucionarios, cerrará la puerta de la oficina e irá de fábrica en fábrica, entre la gente de la clase, para ver cómo van los asuntos en la base. Si uno le dice al obrero: «Espera, camarada, a dónde vas, quédate aquí, que tenemos que hacer un escrito», él responderá: «No me hace falta el escrito, voy a hablar directamente con los obreros, a ver cómo trabajan, qué deseos y demandas tienen, con qué dificultades y obstáculos chocan, y no voy a gastar palabras en vano o considerar mi deber terminado, enviando una carta para «estar en regla»». El obrero que fuera designado como trabajador en un departamento central, tendría el coraje de responder debidamente a su superior y no con servilismo, preguntaría a los obreros de la fábrica o de la empresa: «Bien, camaradas, ¿cómo trabaja vuestro director, qué pensáis de él, habéis estado de acuerdo con su nombramiento?» Si sus compañeros de clase respondieran que el director fue nombrado por el comité del Partido sin preguntarles, levantaría la voz y reclamaría el motivo por el que se ha violado la directriz del Comité Central del Partido, según la cual, para nombrar el director de una empresa, etc., se debe contar con la previa aprobación del colectivo de trabajadores.

Algunas manifestaciones de la naturaleza que he mencionado y algunas otras que se observan aquí y allá entre nosotros, confirman que, a pesar de la enconada lucha que ha desarrollado y desarrolla el Partido para revolucionarizar las relaciones entre los cuadros y las masas, para aplicar la línea de masas, para templar ideológica y políticamente a las gentes, para reforzar de modo constante la democracia socialista, etc. y pese a los innegables éxitos que se han logrado en este sentido, la lucha contra el burocratismo continuará mientras existan las clases y la lucha de clases.

Nuestra gente debe trabajar con ímpetu, audacia y espíritu de iniciativa en todos los terrenos de nuestra construcción socialista. El trabajo es la única fuente de bienestar en Albania socialista. Por eso todo el mundo, en su puesto de trabajo, en la brigada, sector, institución científica y cultural, centro de trabajo y producción, cada día y cada hora, debe trabajar con elevada conciencia y disciplina proletaria para la realización de las tareas. Este es un aspecto de la cuestión. El otro, particularmente importante, es el de la defensa de nuestro trabajo y de los éxitos logrados frente a los enemigos, sean del interior o del exterior. No tiene sentido derramar sudor, cuando no tomas medidas para defender, si es preciso incluso con sangre, lo que es fruto de los sacrificios y el sudor del pueblo. La gente debe vivir sencillamente y debe mirar en primer lugar por el bien de la patria, y después por el suyo, el personal.

Nosotros debemos mirar hacia adelante, por tanto debemos incrementar aún más la actividad para que nuestro trabajo sea más fructífero, nuestro desarrollo se produzca con los ritmos previstos por el Partido y la elevación del nivel de vida sea casi igual para todos y no que se creen privilegios para algunas capas.

Nuestro pueblo, bajo la dirección del Partido, se liberó y quiere el socialismo. Pero tiene gran importancia comprender qué es el socialismo, cómo se construye y qué leyes rigen esta construcción. Esta construcción no camina como sobre ruedas, porque el socialismo está amenazado no sólo desde el exterior, sino también desde el interior, no sólo por elementos de la burguesía y los agás desclasados o vencidos, sino también por elementos de la nueva burguesía que engendra el terreno infectado por las reminiscencias burguesas y pequeñoburguesas en que se construye el socialismo. Esta nueva burguesía puede nacer en nuestro país como la mala hierba en un campo limpio sembrado de trigo. Las personas que penetran en el camino del modo de pensar y actuar burgués, se disfrazan con el nombre del Partido y utilizan la supuesta dictadura del proletariado para tergiversarla en favor de la creación de un terreno más amplio y favorable para el desarrollo de sus ideas liberal-burguesas y la creación de condiciones para obtener beneficios personales. Si la dictadura del proletariado no desarrolla una enconada y despiadada lucha contra estas manifestaciones, el peligro de restauración del capitalismo en nuestro país se hace inminente.

La clase obrera y su Partido deben siempre, de una manera científica, analizar el desarrollo de las situaciones, estudiar las desigualdades que existen y existirán en relación con la diferencia de los salarios según el trabajo, pero jamás deben permitir que exista una gran diferencia de ingresos entre la ciudad y el campo y peor aún considerar esto como algo justo, política e ideológicamente.

Hace tiempo que el Buró Político ha decidido que el actual sistema salarial debe ser revisado, pero aún no ha sido presentado el estudio. Hay que ir cerrando las tijeras, los salarios altos deben reducirse aún más, de modo que un nivel de vida elevado no incite en una categoría de personas el deseo de una vida burguesa, el deseo de ganancia y el estímulo material.

Los comunistas, los verdaderos obreros, los campesinos patriotas y los funcionarios sencillos y fieles, militantes del partido o no, no deben olvidar que el acostumbrarse a vivir como un burgués (porque la propiedad personal desenfrenada, la lucha por obtener el máximo de comodidad y beneficios te llevan al aburguesamiento) es un gran peligro que nos amenaza, y al que debemos combatir y no sólo con palabras.

Informes y discursos
1974-1975


Extraído de Obras Escogidas, Enver Hoxha.

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